No hay nada como la seguridad que te da el caminar tambaleante que te brinda el alcohol.

Las ideas se vuelven más claras, los límites desaparecen. La euforia nubla el juicio y permite escribir sin restricciones. La adrenalina de saber que al día siguiente habrá que enfrentar todo lo que se dijo, todo lo que se escribió. Decir “sí, fui yo”.

Es una idea peligrosa pero liberadora. Sin duda algo que no quieres que se vuelva un hábito o más bien, un vicio. Quieres aprender a enfrentar la realidad sin ayuda, sin muletas, aunque te preguntas para que. Al final de cuentas la realidad existe únicamente en la cabeza de cada persona, es independiente, no se comparte.

Da igual, nunca vamos a tener la misma realidad pues nuestras experiencias nos han moldeado para ver las cosas de manera distinta. Entonce, no importa, una ayuda, un aliciente no hace daño.