Me acuerdo, como si hubiera sido ayer, que le rezabamos a Mercurio, hijo de Júpiter. No soy experto en Mitología así que no ahondaré en el tema además que hoy vamos a hablar de otra cosa.

Dios entregó a Moises los diez mandamientos en el monte Sinahí. En ese momento, quizas no instantaneamente, se acabó el politeísmo.

Según Éxodo 20:2

«No habrá para ti otros dioses delante de mí».

Durante siglos, los 10 mandamientos y leyes derivadas, guiaron al hombre. Es debatible si esto fue lo correcto pero era lo que había.

Con el trancurso de los años, la iglesia tomó poder, quizás más del necesario. Pronto fue evidente que no todos querían seguir bajo su mandato. Los ejercitos y los políticos comenzaron a competir por ese poder y poco a poco fueron ganando terreno.

En algunos lugares la iglesia perdió. Las personas dieron la espalda a la religión. Gritaron a los cuatro vientos que nunca más vivirían bajo leyes mágicas, bajo la creencia de un libro místico.

Sin embargo todos quedaron sin brújula moral. Los 10 mandamientos no eran más y la confusión reinó.

Poco a poco, fueron emergiendo corrientes nuevas que permitieran encausar al hombre, a la humanidad. Que lo ayudasen a encontrar el rumbo perdido. Pronto se hizo inmoral matar animales. Se buscó proteger al planeta de la devastación. Al mismo tiempo, surgieron nuevos profetas, ajenos a la religión. Estos profetas aseguraban que la verdad está alla afuera, en los astros que rigen nuestro destino.

Comenzó una nueva era, encontramos con que llenar el hueco, ese vació espiritual que nos dejó el abandonar la iglesia. Nos encontramos con un viejo conocido. Mercurio regresó a nuestras vidas, y comenzó a decirnos que hacer y como comportarnos. Miramos hacia las estrellas y volvimos a encontrarnos con los antiguos Dioses.

Al final, Roma nunca se fue. Solo estuvo en pausa. Quizás en unos años vivamos de nuevo bajo el imperio romano y tengamos un nuevo emperador.

Ojalá primero logremos instaurar una república.