La Cita
— Pareces sorprendido de verme — le dijo mientras entraba a la casa.
— No te esperaba hoy — respondió.
— JAJAJA — rió estruendosamente — ¿pero que dices? ya habíamos acordado que vendría.
— No grites, vas a despertar al niño, y no, no es verdad. Yo no acordé nada.
— Tontito. No es tu culpa, se te olvidó, pero no te preocupes, a mí nada se me olvida — le dijo guiñando un ojo.
La miró con todo el enojo posible, tratando quizás de intimidarla. Ella permaneció inmutable, hasta parece que sonreía.
— En serio me gustaría estar aquí toda la noche pero tengo otras cosas que hacer. Vamos, es hora de irnos.
— ¡NO!
— No es necesario hacer una escena. Teniamos una cita, no hay nada que hacer.
— Pero estoy con mi hijo, ¡no puedo dejarlo solo!
— No tienes que preocuparte por el — le dijo alegremente — está descansando tranquilamente. No le pasará nada.
— ¿Cómo sabes eso?
— Porque no está en la lista — le dijo. Su tono esta vez era sombrió Había comenzado a desesperarse. Le molestaba la forma en que todos ponían resistencia como si hubiera algo que pudieran hacer.
— Al menos déjame despedirme de él.
— Tómate todo el tiempo que necesites — le dijo, mientras salía de casa en silencio.
Miró a su hijo durmiendo en su cama. Su mamá había salido, tenía que trabajar en el turno nocturno. Se había quedado en casa para cuidarlo, toda la tarde habían estado jugando, vieron una película juntos , bueno, al menos el principio, el pequeño se quedó dormido a la mitad.
Lo acostó en su cama sin saber que sería la última vez que lo vería.
Una mano en su hombro lo sacó de sus pensamientos.
— ¿Listo?
— No ¿Cómo podría estarlo?
— Tienes razón — le dijo —¿Sabes? Me caíste bien. ¿Qué te parece si esperas aquí sentado a que llegue tu esposa?
— ¿En serio? — Preguntó sorprendido.
— ¡Claro! Podemos irnos cuando llegue ella, así te quedas tranquilo.
Le guiñó el ojo. O al menos eso se imaginó él. Era un poco difícil saber que expresión tenía la muerte a quien a veces le gustaba mentirle a los humanos. Eso hacía su trabajo más sencillo. Se quedaban tranquilos, esperanzados. Aceptaban su destino. A veces hasta se mostraban agradecidos.
— ¡Grácias! — le dijo, quedándose parado al lado de la cama de su hijo.
— Pero no te quedes ahí, hombre, siéntate, la noche es joven. — Lo invitó a sentarse en una silla que estaba en la habitación.
La misma silla en la murió mientras dormía. Un paro cardiaco dijeron los paramédicos que lo revisaron a la mañana siguiente. Su esposa lo encontró. Primero pensó que dormía, cuando se acercó se dió cuenta que había muerto.
Al parecer unos pocos minutos antes de que ella llegara, como si únicamente hubiera estado esperando para no dejar solo a su hijo.