—Recuerdo sus ojos.

Comienzo a explicarles. Me duele un poco la cabeza y los recuerdos están algo… difusos, pero ¿cómo podrían no estarlo?, acabo de despertar tras… ¡vaya!, ni siquiera sé cuánto tiempo he estado dormido ahora que lo pienso. Estaba seguro que iba a morir, espera…¿por qué pensaba eso?

—Ella te llevaba de la mano —interrumpe mis pensamientos, con impaciencia, aquella mujer. Se le nota algo exasperada y me dirige una mirada que me hace pensar que el escucharme le causa rencor y… ¿tristeza?—… iban hacía el cuarto del fondo.

—Sí, ella tiraba de mi —continúo—, me conducía entre el mar de gente. La música y las luces, cientos de tonos rojos que resplandecían un segundo y luego todo era oscuridad, de esas luces que hacen parecer que todo se mueve en cámara lenta. No podía creer mi suerte, era una chica hermosa ¿saben?, la foto que tienen no le hace justicia, esa noche se veía como aquellas increíbles… – me detengo al ver sus desinteresadas e impacientes miradas, ambos me dejan muy claro que no es importante lo ardiente que estaba esa noche— en fin, me sonrió, me jaló del brazo y me dijo al oido “¿Quieres ir a la luna?“, yo no supe con certeza a lo que se refería y mi rostro debió reflejarlo, pues ella soltó una risita, sonrió muy coquetamente y mostrándome el piercing en su lengua se acercó y me dio un beso —el recuerdo viene acompañado de sensaciones, casi puedo sentir aquellos delicados y suaves labios contra los míos, no estaba seguro de qué pretendía… pero sin duda yo ya me sentía en la luna—. No recuerdo lo demás con claridad, pero nos quedamos un momento ahí, besándonos.

Aquella mujer y el intimídate hombre que le acompaña al otro lado de la mesa sólo intercambian una breve mirada, asienten con la cabeza, toman nota entre sus apuntes y luego dirigen, aún impacientes, la atención a mí.

—Continúa… —dice de nuevo ella.

—No tengo claro el resto del camino hacía aquel pequeño cuarto…¿tal vez un armario?, pero lo siguiente que recuerdo es que nos besamos salvajemente, no sé cuanto tiempo llevábamos ahí pero empecé a sentirme muy extraño, estaba demasiado acelerado por todo… ella realmente me gustaba.

—¿Extraño cómo? —interrumpe, en esta ocasión, él.

—No lo sé —le respondo tratando de forzar la memoria con los ojos cerrados un instante— era como si, de repente, la poca luz que entraba al cuarto hiciera parecer que ella se movía como dejando una estela, todo parecía como un efecto de película, ¿sabes?, todo era tan perfecto, cada movimiento. Debí estar muy alterado por todas las emociones porque pareciera como si su cuerpo dejara una huella en el aire al cambiar de posición, sólo unos segundos, antes de moverse hasta dónde estábamos… nunca nadie me había hecho sentir así —hago una pausa, sé que es lo que quieren escuchar, pero en realidad es absurdo.

Ella le dedica nuevamente una mirada a su compañero, ambos asienten y regresan la vista conmigo.

—Entonces les abrieron la puerta ¿y…? —incitando a continuar.

—Sí, creo que yo estaba recargado en la pared, me sentía alterado, excitado, pero en ese momento alguien abrió de pronto al puerta, era, Lucho —Lucho, mi mejor amigo, y una bola en la garganta me hace detenerme un instante. “Mi buen amigo Lucho” y se me escapa una diminuta sonrisa que deja un sabor breve y amargo en los labios— se acercó a mi, dijo algo pero estaba un poco mareado y no pude entenderlo bien… luego la tomó de los hombros y, por alguna razón, empezó a forcejear con ella, recuerdo que ella se reía y se burlaba mostrándole la lengua… — “¿no tenía un piercing?”

—¿Era este sujeto? —interroga la mujer mostrándome una instantánea con un sujeto de anchos hombros y amplia quijada, como lucen aquellos tipos que han dedicado muchas horas al gimnasio pero no son del todo atléticos, sólo algo ¿gruesos?, pero…

—Sí él es… era Lucho —exclamo casi en un impulso, pues la imagen regresa un poco más nítida a mis pensamientos, ellos colocan la foto cerca a sus apuntes y toman nota—, él estaba ahí, en la puerta de aquel cuarto, le reclamaba, la tenía contra el marco de la puerta, ella tenía una expresión divertida y ambos me señalaban. La tenía tomada de los hombros y ella… ella sólo le sonreía y creo que se burlaba de él, discutían pero no recuerdo muy bien lo que decían, creo que yo estaba en el suelo y recuerdo que comenzaba a sentirme muy confundido… aunque no recuerdo haber tomado tanto alcohol. No sé cuanto tiempo estuve tirado, o cuanto tiempo duró la discusión pero estaba aún más alterado, porque sentía que las cosas pasaban más rápido de lo que yo las presenciaba, ni siquiera los vi llegar —exclamo con pesar y hago una pausa al recordar su llegada, al concentrarme tanto en obtener los detalles que me piden, por un momento me había olvidado de ellos, con tristeza recuerdo porqué estamos teniendo esta conversación.

Cruzaron de nuevo una mirada, señalaron algo en sus apuntes y regresaron al vista a mi.

—¿Qué pasó entonces? —dijo ella.

—Ya se lo he dicho —le contesto, negándome a pasar en mi cabeza esas memorias una vez más— ¿Por qué insisten si no me quieren creer?

—Por favor, es importante escucharlo una vez más, continúa —dijo ella, intentando poner algo de empatía en su voz… pero no había nada empático en la dureza con la que me miraba.

—No sé cómo pasó, ni en qué momento, pero yo seguía en el piso y creo que ellos aún discutían en la puerta porqué había conmoción, cuándo una… —intento no ver la imagen en mi mente, pero fracaso— una de esas criaturas intentó tomarme del hombro. Me incorporé, todavía aturdido, pero cuando vi que aquellos dientes espantosos se acercaban a mi, le di un golpe en el rostro y luego lo alejé a patadas… fue más un impulso, ¿saben?, en realidad no pensé en defenderme, sólo fue una reacción en cuanto comprendí que era algún tipo de criatura… era como un humano, pero completamente putrefacto, con dientes ansiosos y —tengo que detenerme, la imagen de aquel horripilante rostro acercándose a mi, me sigue aterrando, sé lo que es pero busco otra forma de decirlo, algo más razonable— era algo parecido a un…

—Un zombie —me interrumpe ella.

—Sé que no me cree, pero ya se lo he dicho, eran Zombies —El hombre dirige una mirada que pareciera desaprobar no sólo lo que digo, sino toda mi persona: agudizando los ojos y apretando los labios, pareciera asomarse un dejo de rabia que logra contener… algo me hace pensar que desearía golpearme pero es en los ojos de ella dónde verdaderamente me siento rechazado, aparentemente inexpresivos, pero al mismo tiempo, cargados de disgusto, más que rabia, siento que ella me ve con lástima, con pena— ¿por qué me hace repetirlo si sólo les causa burla?

—Continúa, por favor, es importante —instruye ella.

—Cuándo levanté la vista, todo en la fiesta era un frenesí… el lugar estaba lleno de aquellas criaturas parecían forcejar con la gente de la fiesta, era un maldito caos, todos parecían bañados en sangre y todos me dirigían hambrientos ojos… luego se miraron entre ellos, como si trataran de decidir quién sería el primero en ir por mi.

—¿Qué hiciste entonces? —insiste la mujer.

—No tenía ni dea de lo que estaba pasando, aún me sentía aletargado y algo mareado, pero no iba a quedarme esperando a que vinieran a buscarme. Recuerdo que primero cómo pude me arrastré hasta la pared a mis espaldas, luego intenté ponerme de pie apoyándome en un mueble, un especie de anaquel que estaba ahí, cargado de cosas. Empecé a buscar desesperadamente algo para defenderme.

—¿Fue ahí que encontraste esta llave? —indicó el hombre, mostrándome un fotografía con una llave, del tipo que usan los fontaneros: gruesa y pesada, pero había algo particular en esta, además de la pintura anaranjada y ocre… había un espeso color rojo.

La imagen llegó como un relámpago a mi cabeza, era yo contra esa horda de muertos vivientes, todos parecían observarme, se abalanzaban contra mí, pero yo era más rápido, me escabullía entre todas las manos que intentaban tomarme, repartía golpes por todos lados para alejarlos de mi… entonces vi de nuevo a Lucho, aún la tenía entre sus brazos, aunque él ya no era él, se había transformado —no puedo evitar el gesto de terror y tristeza que repentinamente invade mi rostro al verlo de nuevo así, convertido en algo inhumano— lo que sea que estaba contagiando a todos, actuaba muy rápido. No sé cómo, pero me armé de valor y corrí a rescatarla, intenté golpearlo, pero el se abalanzó sobre mí. Intentó detenerme y sujetarme entre sus brazos, desconozco por qué no me mordía pero fui afortunado porque por un momento me tuvo completamente controlado, casi me rindo, pero pareció vacilar un momento y en ese segundo logré pegarle con la llave y él… —“más bien, eso”— cayó de lado, no desperdicié el momento, aún estaba asestándole golpes para que no se levantara cuando noté que ella empezaba a transformarse, me levanté y me alejé de ellos, entonces se acercó a él… creo que intenta morderlo. Era demasiado tarde para ella.

—¿Qué hiciste entonces? —preguntó ella.

—Sé que lo que voy a decir, me hace parecer un cobarde… todos mis amigos estaban en esa fiesta, pero no tenía forma de salvarlos, en todo alrededor sólo veía criaturas devorando a otros… algunos me observaban, no sé que los detenía pero parecían sorprendidos, cómo si no esperaran que uno de nosotros se hubieran defendido y no estaban seguros de cómo actuar… pero no pensaba darles el tiempo de descifrarlo, tomé un banco de la barra que estaba a un lado y me dirigí al fregadero de la cocina, justo detrás de este había una ventana, sólo un par de ellos intentaron detenerme, el resto me miraba, como en trance, pero estos dos se aventaron contra mi. Era como si supieran lo que intentaba hacer, pero no importaba, golpeé a uno de ellos con la silla, le di una patada al otro y logré reventar el cristal aventando el banco. Cuándo lo hice, fue como si las demás criaturas de pronto entendieran lo que estaba pasando, porque un mar de ellos se movilizó hacía a mi, cientos de manos me sujetaron de todas partes —el recuerdo me eriza la piel—, yo solo intentaba llegar a la ahora abierto marco, tiraba golpes en todas direcciones y me repetía que tenía que escapar, que no importaba nada, tenía que lograr llegar a esa ventana, era mi única oportunidad. Parecía que no lo iba a lograr aunque no me permití pensarlo, no sé de dónde saqué fuerzas pero finalmente logré subirme a la plancha de mármol que quedaba debajo del marco y una vez ahí, pude repartir golpes a las manos que aún me aferraban… de nuevo aquellas criaturas me observaban sin saber que hacer, como en shock… si es que eso le pasa a los zombies, era cómo si no estuvieran esperando tanta resistencia de parte de los vivos.

Nuevamente cruzaron miradas antes de regresar la vista a mí.

—¿Qué pasó después? —quiso saber ella.

— Ya se lo he dicho… —dije con enfado, negándome a seguir recordando.

—Es importante que escuchemos todo de nuevo. —Justificó ella, sé que no me cree, pero no entiendo la maldita insistencia.

—Logré saltar, me lastimé el tobillo al caer, pero intenté correr. Un par de zo… de aquellas criaturas se sorprendieron de verme afuera, primero se quedaron parados, observándome, yo rezaba que no intentaran perseguirme, pues no podría dejarlos atrás con la pierna lastimada, pero entonces, desde la ventana, uno de ellos gruñó algo, y los que estaban afuera corrieron hacía a mi… aventando la llave logré golpear al primero que se acercó y los demás intentaron cerrarme el paso, no me quedó más opción que brincar por el cofre de un auto que bloqueaba la calle detrás de mi. No importaba el dolor, al caer del otro lado del auto, correría tan rápido como pudiera pero… —cierro los ojos de golpe, la memoria llega abruptamente y entonces recuerdo porqué pensaba que iba a morir— aquellas luces del auto que no había visto, se fueron haciendo cada vez más intensas, no pude hacer nada para esquivarlo… me imagino que alguien intentaba escapar de las criaturas y no me vio o no le importó atropellarme en su huida.

Los sujetos se miraron de nuevo. Tomaron sus notas, se acercaron a decir algo entre murmullos.

El recuerdo de Lucho sonriendo al llegar a la fiesta ese día hace que se me desborde una pequeña lagrima.

—La señorita Rivera no tenía un piercing —dice finalmente la mujer.

— Pero ¿qué?… le acabo de decir que me lo mostró —contesto, totalmente confundido, qué tiene que ver eso de todas formas— acabo de contarles que una horda de zombies… ¡de malditos ZOMBIES! Nos atacó en una fiesta ¿y ustedes se concentran en el estúpido piercing de una chica?

Ellos intercambian miradas un momento, parecen decirse algo con leves movimientos de la cabeza y finalmente, ella toma una laptop que permanece cerrada junto a ella, la abre y la voltea para que yo pueda verla.

— Creo que va a ser más fácil que veas esto —dice sin dejar de dirigirme aquellos reprochables ojos.

—Pero de qué mierda estás hablando, te estoy diciendo…

Me detengo. Me llevo la mano a la boca. La sangre helada. Mis ojos repasan una vez más aquellas palabras en mi cabeza pasan fugazmente de nuevo las imágenes, la discusión, cómo le reprochaba por haberme dado aquello… mi garganta se cierra, siento que el corazón me da un vuelco y las ganas de vomitar están por vencerme mientras vuelvo a leer una maldita vez más el título del video en YouTube que quieren que vea…

“Fiesta acaba en tragedia cuando joven desquiciado bajo los efectos de drogas alucinógenas, asesina a dos personas”.