Sara escuchaba atentamente lo que Ángel le decía. Le molestaba que siempre hablaba rápidamente, como si quisiera aturdirla. Le daba poco tiempo de procesar la información. Había aprendido a lidiar con eso pero no dejaba de molestarle.

Sabes que es lo mejor. ¿Qué te detiene?

No se dejó presionar, no quería dar una respuesta sin meditar.

Miraba hacia abajo viendo a la gente pasar, viviendo sus vidas. ¿Realmente era lo mejor? Tenía que haber otra alternativa.

Si no lo haces el conflicto se va a alargar. Sé que ya consideraste eso. También sé que no tienes dudas. Te da miedo ganar pero para eso estoy yo aquí, para ayudarte. Eres la única que puede hacer lo correcto.

Sí, tenía razón, era lo mejor. No encontraba forma de refutarlo pero ¿por qué tenía que hacerlo ella? Presionar un botón, algo sencillo.

No es tu culpa, los demás no tienen lo necesario, no les gusta la responsabilidad. Solo quieren recibir los premios, las buenas noticias.

Sara presionó el botón. Antes de regresar a casa observó la destrucción. No lo hacía con morbo, no le causaba satisfacción. Mas bien era paz. Sabía que había hecho lo mejor. Muchos morirían ese día, es verdad pero eso salvaría millones. Alguien tenía que hacerlo. Solo ella pudo haber puesto los explosivos en toda la ciudad. Escuelas, hospitales. Todos pulverizados en segundos.

El ataque generaría horror en los dirigentes que mantenían la guerra viva. Considerarían una tregua, habría acuerdos, habría paz.

Solo tú podías lograrlo, Sara. Eres única. Debes sentirte bien contigo misma. ¿Brindamos?

“Eres un cínico. Pero tienes razón, no me vendría mal una cerveza.”

Sara desapareció, y quedó en espera de la siguiente ocasión en que pudiera ayudar a la humanidad. Solo ella podía hacer las cosa de manera tan efectiva.

Esa noche durmió como un bebé.